DULCE

Quiero escribirte para intentar explicar lo que veo en ti. Quiero, de alguna manera, que veas con mis ojos enamorados. Quiero transmitirte todo mi sentir en estas palabras volcadas en papel para que te acompañen siempre.
Por eso es que quería que supieras lo que significa para mi una noche a tu lado…
Te observo tendida a mi lado, dormida sobre mi brazo…
He pasado así la noche entera, regocijado en tu perfecta silueta que se dibuja bajo una exhalación de luna que se deslizó por entre las persianas de tu habitación.
Mientras duermes, me enredo entre tus cabellos largos y obscuros como reflexión de demonio pero perfumados y tercios como alas de ángel bueno.
Tus pechos, dulces como fruto de verano, se escapan por encima de la sábana que intenta disimularlos de mi mirada de niño curioso. Suelo perderme allí mientras sueñas… todo es belleza, todo es amor.
Me imagino pequeño, y te recorro con la mirada. Todo lo veo desde mi lugar. Tu hermoso valle en el que sacio mi sed… tan silencioso y sereno como las primeras nubes de la primavera.
Te acaricio mientras te abrazas a mi cuerpo y debo confesar que hubo veces en las que he querido que no despertaras jamás, para poder tenerte conmigo por siempre… sonriendo mientras descansas.
Pero luego comprendo que no podría vivir sin la luz de tu voz, sin el calor de tu mirar. Y es entonces que, casi sin querer, te despierto con un beso manso en la comisura de tus labios jóvenes y ricos cual lluvia fresca.
Aunque hay un momento que es aún más hermoso… y es cuando despiertas, bañada en los primeros rayos de un sol que penetra timorato por donde antes la luna brotó. Me observas y sonríes como niña ante mi mirada dócil y tierna para acariciarme con tu tierno saludo… “te amo”.

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