LUNA ROJA

Te encontré en el lugar indicado, justo después de la hora marcada...
La noche se gestaba y tu piel me abrazaba desde la distante penumbra que te acobija... te sugerí recorrer la tierra por debajo de las sucias raíces de la ciudad que ya nace muerta, empapada de mentes herméticas y ojos ciegos.
El tiempo se detuvo mientras las palabras nos bañaban y dibujaban historias pisadas... historias de soledad haciéndole el amor a una niña que guardas en las entrañas... historias de cómo empezó ésto y de cómo terminaría.
Me incrusté en tus ojos para ver el mundo desde tu tan amado lugar y, desde allí, vislumbré las dos pequeñas luces de las que me hablabas y que disolvían aquellas sombras de las que te tanto te ocultabas.
Más tarde, en el vientre de la noche y en el borde de la tierra, sentí tus frías manos acariciando mis ideas bajo una luna roja como la sangre que trotaba por tus venas. Te ofrecí mi cuello y tu lo tomaste… te entregué mis sinceras palabras y mis manos abiertas para que acalles aquellas voces de desconfianza y desengaño.
La noche transmutaba y tus manos, ahora tibias, se rozaban y enlazaban, como en una conversación sin palabras, como en un dibujo sin líneas.
Y mientras el día sucumbía, mi sed por sentir esa magia adolescente que sólo el primer beso brinda, me arrastró por un mar de sangre voraz, ahogándome en la insensatez de esas infantiles ideas. No ví lo que pensaste, pero quisiera que otra luna nos durmiera en un terso lecho desconectado de éstas realidades que nos persiguen.
Hoy, el silencio del universo hace eco en mi puerta, esperando un dèja vù o una sombra de la noche que aquella vez bañó mi cuerpo antiguo y mis viejos arquetipos.

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