MORBIDO AMOR

Aclaración (que debería ser innecesaria): No necesariamente cada cosa que uno escribe representa lo que uno siente o piensa. Es arte, ficción, una mera mentira en este caso literaria... a veces un capricho. Ésta es una de esas cosas...


En secreto la observo, escondido en el silencio. Me acerco a su puerta, la escucho… está sola esperando que alguien la rescate de su desierto. Entro por detrás, pues no quiero arruinar el desconcierto de nuestro encuentro. Las sombras me visten de misterio y lentamente me adentro en la tormenta que se desatará cuando me vea.
Me aproximo a su habitación hasta que el aroma de su piel mojada por las gotas que aún caen de su pelo recién lavado me baña en una lluvia de codicia.
La espío. Soy invisible a sus dulces y negligentes ojos, hermosos como su inocencia.
Se posa frente al espejo mientras se seca el cabello, casi admirando su propia belleza, su rostro, sus pechos… ya se sabe perfecta, a pesar de su tierna y timorata existencia. Es el momento. Lo siento en mis piernas correr como caballos aterrados por el trueno que raja la tierra de un traquido áspero e insensible, rígido y letal.
Me descubro de entre la penumbra y de un zarpazo le arrebato un grito de pavor. La envuelvo entre mis garras desangradas de deseo por hacerla mía. Desato sobre ella un huracán de besos que tiran abajo a su ejército de rasguños y patadas, la ahogo con mi lengua que aborta sus gritos desesperados a la vez que la golpeo una y otra vez con mi hierro de amor, pues ella me ama, pero no lo sabe aún. Se resiste a ser amada, aunque ya aprenderá que yo soy su príncipe azul… azul como el fondo del océano, e igual de frío y peligroso si no se me respeta.
Todo termina cuando la atravieso con mi estaca asesina en el medio de su virgen e ingenua alma. Soy el verdugo de sus alucinaciones y deseos de amor, pues nadie me rechaza nunca… jamás.

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