MUERTO AMANECER

Escondido en el corazón de la montaña más alta del Valle de los Lobos, vivía un guerrero... habitaba sólo, ya que sus padres habían sido raptados por aquél que viste de negro, por ese ente al que llaman muerte...
Sus ojos eran obscuros como el pensamiento del mismo diablo, sus brazos fuertes como el odio de mil bastardos, su cabello era largo como el propio tiempo... nadie sabía bien cuantos años hacía que estaba él en esos suelos, pero todos sabían quien era...
Amado por algunos y odiado por la mayoría luchaba contra el terror que causaba sobre esas tierras el rey Adiclores. Dueño de las tierras hasta donde los ojos ya no ven. Sangrientos eran sus deseos y sangrientas eran las realidades en ese tiempo.
Pero esa noche la Luna parecía prever lo que sucedería, pues estaba escondida detrás de las nubes del sur.
A largas distancias se escuchaba ya el pisar de su caballo, era como si latiera la tierra misma... Venía oculto en las sombras. Pasó por el pueblo sin ser descubierto por ojo alguno, mas todos sintieron el viento de su ira... El camino que llevaba hacia el rey tembló con su presencia hasta que el castillo de Adiclores lo desafió. Él no sentiría miedo... jamás. Tomó su espada y arrancó la vida a todos los que osaron verlo a los ojos.
El sonido que causaban las patas de aquél corcel inspiró un frío sepulcral en la torre del rey, pues sabía bien lo que le esperaba. Temblaron los laberintos, todos los pasillos vibraron a su paso, hasta que una gran puerta detuvo su marcha... pero hay algo que nadie sabía... nada iba a detenerlo, nada...
Arremetió contra aquella puerta como si el diablo lo hubiera escupido desde sus entrañas, y nada quedó de ella... del otro lado, ahí estaba. Con los ojos llenos de odio, odio que ocultaba un profundo miedo, odio que alimentaba su valor... odio y nada más.
Entonces las dos espadas mostraron sus rabiosos filos y se cruzaron para escribir el final de tan sangrienta historia. Años de torturas, años de dolor, años de injusticias, todo eso dejaría de ser la pesadilla del Pueblo del Valle.
Aquella noche los habitantes escucharon los choques de las espadas, los golpes de los hombres, los gritos de ira del rey, pero también escucharon el grito de dolor del guerrero de la montaña, pues Adiclores había atravesado su corazón con la misma espada con la que había asesinado a sus padres.
Aquella noche fue eterna, ya que nunca volvió a amanecer y la luna reinó el cielo en muestra de dolor.